“LEYENDAS DE LA MENTE HUMANA”

“LEYENDAS DE LA MENTE HUMANA
Cualquier parecido con personas
Lugares o cosas, son pura coincidencia.
Son solamente,
Leyendas de la mente humana.
HOJA, Nº 20
Dos libros y unas libretas con apuntes revelaban los estudios que Ernesto estaba realizando periódicamente, siguiendo estas fantásticas revelaciones, asocio muchos momentos en los que hablando los dos, él, parecía ausente perdido en sus pensamientos, posiblemente trabajando la mente, lo más curioso, es que con la amistad que nos unía no me comentara nunca estos secretos estudios, cosas que cada día estoy descubriendo, quizás todo empezó con su mujer, tan negada a las experiencias sexuales, o quizás con las experiencias de su vecina, aun que en estos documentos he descubierto una tercera mujer, la que él menciona, la mujer del autobús.
Una tercera mujer que la mencionare como Ernesto la menciona en sus escritos, “la mujer del autobús”, él la comenta como una experiencia sublime o divina,  pero antes de entrar en esta experiencia, dijéramos espacial, tengo que decir que en estos documentos o memorias estoy descubriendo que tenia una faceta oculta relacionada con el sexo, cosa que yo nunca había advertido en él esta obsesión.
Volviendo al tema de la mujer del autobús, según los relatos en sus escritos, fue una experiencia parecida a la de su vecina, pero en este caso mucho más profunda e insólita, producto de su imaginación o de la pura realidad no lo se.
La primera experiencia la experimento un día en el autobús cuando se sentó una mujer enfrente de él, en el autobús no iba mucha gente, Ernesto la encontró preciosa, llevaba la falda mas arriba de las rodillas, las piernas juntas, una blusa blanca que dejaba entrever el sujetador oscuro, siguió subiendo los ojos y miro fijamente a los suyos, ella le aguanto la mirada y él, sin dejar de mirarla, en el pensamiento la beso en los labios mientras con las manos le acariciaba los pechos, ella sin dejar de mirarlo, noto la sensación del roce en los labios y como sus pechos estaban presionados por estas invisibles manos, con esta fuerte concentración mental siguió acariciando aquel cuerpo con sus manos calientes, ella con la mirada sostenida y su rostro rojo dejaba que esta sensación embargara su ser y su cuerpo sin dejar de mirar dentro de estos “cristales” llorosos que eran sus ojos.
Bueno, si la vida y la salud me lo permiten yo continuare escribiendo.
                                                                                             Andrés Coll Blas

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